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jueves, junio 29, 2006

Ariel Bermani: Veneno, Emecé., por A.B.

La novela ganadora del Premio Emecé.

Emecé forma parte del grupo Planeta. Luego de años durante los cuales su fondo de catálogo fuera maltratado, comenzaron a aparecer reediciones y nuevos trabajos de ficción de ese sello. Finalmente, este año se realizó una división operativa entre Planeta y Emecé. Esta última se ha quedado con el mejor material literario, en ediciones cuidadas, de tirada pequeña y con los mejores diseños de tapa del mercado. Acompañando este proceso, lanzaron el Premio Emecé. Luego del descrédito del Premio Planeta a causa del juicio a Piglia, y porque los títulos ganadores de este galardón se transforman automáticamente en best sellers que la crítica rechaza, es natural que hayan buscado para un sello diferente, con un perfil más cuidado, un nuevo premio marcado por un jurado prestigioso. El primer jurado del premio Emecé estuvo conformado por Juan Forn, Edgargo Cozarinsky y Angélica Gorodischer.
Dados todos estos antecedentes, comencé a leer Veneno con entusiasmo y ganas de que me gustara. No obstante, la novela no me satisfizo enteramente. Terminé de leerla anoche y mientras escribo estas líneas intento develar las causas. El personaje principal, Veneno, es interesante, complejo, rico. Es un hombre que parece sembrar la ponzoña en cualquier ámbito en el que se mueva, pero que esencialmente, posee una potencia autodestructiva enorme. Los personajes que lo acompañan: sus padres, sus amigos, sus mujeres no están menos logrados. Las novias de Veneno se enamoran de él genuinamente, de su aura misteriosa, de lo diferente que puede parecer a otros hombres... y no se desilusionan aunque Veneno las engañe, las abandone, no se haga cargo de sus hijos.
Pero entonces, lo que tal vez haga ruido tenga que ver con lo formal. Bermani trabaja con muchos recortes temporales. Algunos fragmentos de adolescencia, otros relacionados con el embarazo y nacimiento de su primer hijo, uno en el cual conoce a su segunda mujer, otro vinculado a la muerte de su madre y su reencuentro con su primer amor. Cada recorte, a su vez, se encuentra fragmentado en un sinnúmero de pequeños capítulos, cuadros breves, casi viñetas. Yo no entiendo mucho de estas cuestiones de forma (ni de esta cuestión, ni de otra, ni de aquella) pero me parece que esos capítulos tan breves cortan la fluidez de la lectura, generan esbozos, bocetos que nos gustaría que se transformaran en una historia más compleja, más elaborada. No lo sé, un narrar más minucioso que nos permitiera comprender mejor a sus padres y la forma en que engendraron aquel personaje amoral tan extraño, una descripción más meticulosa de sus mujeres y la forma extraña que asume un amor que no se desmorona con la humillación, la indiferencia y el abandono. Tal vez no tenga nada que ver con esa sucesión infinita de capítulos breves que terminaban cuando todo parecía comenzar, y la novela de Bermani no me gustó porque inconscientemente rechace que exista gente así, tan capaz de dañar y dañarse aunque no parezcan existir razones muy poderosas

1 comentario:

ericz dijo...

Casi totalmente de acuerdo.
Te agendo en el google reader, saludos!